Danzantes de La Huerce

Danzantes de La Huerce

Se trata de una festividad que posee unas peculiaridades que reflejan la singular identidad de esta comarca de La Huerce.
 
En el origen de estas danzas se encuentra el acto de acción de gracias a la deidad, o ya en la tradición cristiana, a santos y advocaciones marianas, bien para agradecer las cosechas o algún hecho extraordinario o incluso la resolución de una tragedia solventadas por la acción de la deidad: curaciones de epidemias como la peste, o plagas como la de la langosta, habituales en los últimos siglos.
 
Las danzas de La Huerce permanecieron sin celebrarse desde la década de los 50, hasta que finalmente en los años 90 se recuperaron y se han venido celebrando ya de forma ininterrumpida. En una primera etapa tuvieron lugar en el mes de Enero, pero posteriormente se trasladaron de forma definitiva al mes de Agosto, coincidiendo con la festividad de su patrón, San Sebastián, pues de esta forma se aprovechaba una mayor afluencia de vecinos y público en general.
 
Lamentablemente son muy pocos los municipios donde perviven y se siguen celebrando este tipo de manifestación folclórica, Valverde de los Arroyos, Galve de Sorbe, Majaelrayo, La Huerce, etc. Todas ellas tienen unas características y desarrollo muy similar, los pasos, la música e incluso el ritmo de las danzas, diferenciándose únicamente en la forma de vestir.
 
En el caso de La Huerce, los ocho danzantes van ataviados con camisa blanca de manga larga, adornada con un lazo azul o rojo en el brazo, pantalón oscuro largo y calcetines blancos, hasta la rodilla, colocados sobre las perneras del pantalón, además de las alpargatas con suela de cáñamo y capillos de lienzo, bordados en colores vivos.
 
Se acompañan de palos de grosor considerable, realizados de encina torneados y perforados en un extremo por donde se mete un lazo rojo que se ata a la mano durante la danza para evitar que salga despedido. La intensidad y viveza de las ocho danzas o bailes, los pasos fuertes, incluso bruscos y atrevidos, son ejecutados siempre en señal de alegría y fiesta, aunque sin olvidar el origen estrechamente vinculado a la festividad religiosa, bajo los acordes de una guitarra y dos laudes, y desde hace unos años apoyados con el acompañamiento de la música de las dulzainas del grupo Dulzaineros de Mirasierra, lo que, sin duda, enriquece de manera sustancial la fiesta.
 
El domingo por la mañana las campanas se voltean a mano por los propios vecinos del pueblo. El grupo de dulzaineros recoge a las autoridades y acompañamiento y se dirige a la iglesia donde ya esperan los danzantes formados en dos bancadas, una enfrente de la otra, en la nave central, bajo el altar y delante de la imagen de San Sebastián. Durante la celebración de la Santa Misa danzan en cuatro ocasiones. Tras la interpretación en la iglesia, en la plaza del pueblo y frente al templo, realizan otras cuatro danzas. Por la tarde se ofrece la tradicional subasta de rosquillas del Santo, parte importante también de la fiesta.