Fiesta del Niño Perdido. Botarga y danzantes

Fiesta del Niño Perdido. Botarga y danzantes

Desde primera hora de la mañana, la botarga y los danzantes recorren las casas del pueblo, pidiendo naranjas y dinero a cambio de sus danzas de paloteo, dinero que, en parte se empleará para sufragar los gastos de la fiesta.
 
Los danzantes, ataviados con camisa y medias blancas, chaleco negro, pantalón de pana oscura y alpargatas, interpretan las típicas danzas de paloteo con unos palos de madera pulida pintada de rojo, que sujetan a las manos por medio de cintas y  que entrechocan con fuerza al ritmo que marca un tamborilero.
 
La botarga es un personaje con máscara grotesca que viste camisola y pantalón de bayeta multicolor hechos de retales, sobre los que se colocan recortes de astros, animalillos y dibujos geométricos, que calza albarcas, lleva cencerros y campanillas a la cintura o en bandolera y unas castañuelas con las que golpea a los asistentes en los hombros o espalda para sacarles una limosna. Termina su atuendo con una cachiporra.
 
Su misión principal es molestar a lo largo de todo el día y especialmente en la puerta de la iglesia cuando exige a los fieles que le paguen para poder entrar a la misa mayor, que está prevista al mediodía. Durante el oficio se tapan las campanillas y los cencerros que pendían de sus correas para no impedir la celebración. Por la tarde tiene lugar la procesión del santo Niño Perdido. El tamborilero va delante con un estandarte junto a la botarga y los danzantes son los encargados de portar la imagen. Termina la fiesta con el sorteo de una gran rosca de mazapán y un cordero vivo.