‘Pajareando’ por el Alto Tajo: de Corduente al Barranco de la Hoz

‘Pajareando’ por el Alto Tajo: de Corduente al Barranco de la Hoz

Hay muchas formas de conocer y disfrutar del Parque Natural del Alto Tajo -declaración que este año cumple su 25 aniversario-. En esta ocasión, lo haremos siguiendo el vuelo de las aves. Pero sin dejar de lado, por supuesto, la diversidad y belleza del paisaje por el que transitamos. La ruta nos lleva desde el Centro de Visitantes de Corduente hasta el Barranco de la Hoz, ofreciéndonos la oportunidad de avistar aves forestales, de ribera y rapaces, las grandes estrellas de los cañones del parque.

 

Por la gran variedad de hábitats y su buen estado de conservación, el Alto Tajo es un espacio privilegiado para la observación de aves, pues muchas encuentran refugio en sus bosques o en los escarpados cañones y es, además, zona de paso para algunas especies migratorias.

El turismo ornitológico está abriéndose al público en general, que busca nuevas experiencias y está llegando también al Alto Tajo, cuyos servicios turísticos empiezan a ofrecer este tipo de rutas guiadas. Se trata de una propuesta apta para todos los públicos que se puede disfrutar en familia y que combina turismo responsable y sostenible en plena naturaleza.

En el Parque Natural existen diversos puntos de interés para el avistamiento de aves. Uno de ellos es el que transcurre por el Barranco de la Hoz, por la variedad de hábitats que encontramos. Por otro lado, otro de los grandes alicientes de esta ruta, sobre todo para los que pretendemos dar los primeros pasos en el birdwatching, es la que parte del Centro de Recepción de Visitantes La Dehesa de Corduente. Aquí, los profesionales que lo atienden ofrecen valiosas indicaciones para iniciar esta aventura. Uno de los paneles informativos que expone en sus instalaciones avanza las principales especies que podremos encontrar: buitre leonado, alimoche, águila real, halcón peregrino y una amplia representación de aves forestales como el pico picapinos, el arrendajo o el herrerillo capuchino. Además, el Centro acaba de incorporar una caseta de observación para promover esta actividad y hacer más fácil su avistamiento a los inexpertos aficionados.

En cualquier caso, para sacar el máximo provecho a esta experiencia y tener oportunidad de divisar aves, es importante ir con un guía experimentado. De lo contrario, la aventura puede resultar un tanto frustrante.

En este caso, el guía es un gran experto, Sergio Pérez Gil, ornitólogo y responsable de eBird en la provincia de Guadalajara, y la ruta se incluye dentro de los actos conmemorativos del 25 aniversario del Parque Natural. No obstante, a lo largo del año, la Red de Áreas Protegidas de Castilla-La Mancha organiza rutas similares a través del programa de actividades ‘Vive tu espacio’, abiertas a la participación de todos los que estén interesados (previa inscripción).

El Centro de Visitantes es el punto de encuentro. Se sitúa a menos de tres kilómetros del pueblo de Corduente y a 145 de Guadalajara. Desde la capital alcarreña hay que tomar la A-2 hasta la altura de Alcolea del Pinar y enlazar, en la salida 135, con la N-211 hasta el desvío de Corduente, que queda a la derecha poco antes de llegar a Molina de Aragón.   

Tan fundamental como llevar calzado cómodo, protección solar, bocadillo y agua es, en este caso, ir equipado con prismáticos y una guía de aves... y dejarse llevar.

Desde el primer momento nos sumergimos de lleno en la materia que nos ha llevado hasta allí. La primera toma de contacto con los pájaros es a través del sonido. Silencio. Parece mentira, pero solo es cuestión de prestar atención y escuchar. Sorprende la variedad de cánticos y trinos que se escuchan, pero más sorprendente es aún pensar que estaban ahí desde que hemos hecho acto de presencia y no los habíamos percibido. Sus reclamos delatan su presencia, como por ejemplo ese martilleo metálico que distingue al petirrojo. Ahora ‘solo’ hay que verlos.

Desde la explanada del Centro de Visitantes miramos al cielo y hacia los árboles próximos. Algo se ha posado sobre una rama. Es un arrendajo. Prismáticos en mano observamos que juega con una bellota, un simple gesto que no pasa desapercibido para los expertos por su importancia para la reforestación, y nos explican su significado. En otoño, el arrendajo recolecta bellotas y otros frutos que almacena para el invierno, los esconde en huecos de árboles, rocas o enterradas en la tierra. Aunque tiene muy buena memoria -es capaz de recordar el escondite de más de 1.500-, siempre habrá alguna que sea olvidada y germine. Es un auténtico jardinero.

Sin apenas esperas, vemos desaparecer entre los árboles y con suerte posarse sobre ellos un trepador azul, un milano real, el inconfundible herrerillo capuchino con su característica cresta, un pico picapinos o un pinzón. A lo lejos, en el cielo, distinguimos varios buitres, que volveremos a ver a lo largo de la mañana. Se distinguen bien por su silueta, con grandes alas y colas cortas, mientras que las águilas tienen la cola tan larga como anchas sus alas. También alcanzamos a ver, o intuir los menos experimentados, gavilanes, un milano y un águila perdicera sobrevolar un cielo azul totalmente despejado.

Ha sido un buen comienzo, alentador para continuar.

Antes de dejar el Centro de Visitantes, nos acercamos al hide (o escondite en castellano). Somos prácticamente los primeros visitantes en disfrutar de este puesto de observación, según nos comenta Ángel Vela, director del Parque Natural del Alto Tajo, que también participa de esta visita del 25 aniversario, una iniciativa con la que se pretende potenciar el turismo ornitológico y divulgar el conocimiento de las aves, sumándose al resto de actividades que ofrece el parque. Espera que tenga tanto éxito como en otros lugares.

Ocultos a la vista de los protagonistas, podemos “espiar” a los pájaros muy de cerca sin asustarlos. Pronto se acerca a los comederos algún carbonero común, picapinos, herrerillo común, mosquitero común, capuchino, agateador y trepador azul. Estos dos últimos se mueven por los troncos de los árboles en busca de alimento; sin embargo, el trepador azul lo hace en todas las direcciones, incluso boca abajo, pero el agateador solo puede avanzar hacia arriba. Y de pronto, sorpresa, aparece, con ese largo pico de color rojo intenso, un rascón... y otro. Por lo visto, somos afortunados porque son difíciles de ver, aunque es fácil escuchar su reclamo, con un peculiar chillido similar al del cerdo. Es un ave acuática que no cabría esperar en esta zona de pinos, pero el hide está situado estratégicamente junto a una pequeña charca, y allí vive todo el año esta pareja.

Fascinados por todo lo que hemos visto y lo cerca que los hemos tenido, volvemos a mirar al cielo abierto. Probamos suerte en un sabinar cercano. Vemos el vuelo inquieto de algún pajarillo que no llegamos a distinguir; sí reconocemos al escribano montesino, al petirrojo y a dos cernícalos; escuchamos el trino de un mirlo y seguimos el vuelo ondulante de un buitrón, que a pesar de su nombre es un pequeño pájaro que debido a su tamaño resulta más fácil de detectar por su inconfundible canto.

Disfrutamos de un día soleado y un viento fresco que anuncia la llegada de las temperaturas propias de un otoño que este año tanto se resiste. Es un buen día para ver aves, aunque la mejor época es la primavera y los pasos migratorios de mayo y de mediados de agosto a mediados septiembre, sobre todo de pequeños pájaros. En el momento de nuestra visita, comienzos de octubre, las aves migratorias ya han pasado y lo que encontramos son especies residentes en el Alto Tajo.

Dejamos el entorno del Centro de Visitantes para adentramos en el Barranco de la Hoz, santuario de las rapaces. Los huecos de las paredes de arenisca son refugio de rapaces rupículas (que crían y habitan en rocas) como el águila real, el halcón peregrino, el buitre leonado y pequeñas rupícolas como el avión roquero y la chova piquirroja.

Esta ruta puede hacerse a pie. Es circular, de 9 kilómetros, apta para todos los públicos y está señalizada. Tiene una duración de unas dos horas y media.

En este caso nos desplazamos en coche hasta el aparcamiento que hay poco antes del Santuario de la Virgen de la Hoz, en el monumento al forestal. Desde este punto observamos en un saliente del roquedal lo que parece ser un halcón peregrino tomando el sol plácidamente. No podríamos haberlo adivinado si no fuera por la vista experimentada del guía y el director del parque, pero enfocamos bien los prismáticos y ahí está. Sobre él un grupo de aviones roqueros vuelan en un movimiento incesante con sus alas largas y apuntadas.

Las rapaces tienen una importante presencia en el Alto Tajo. El parque y la ZEPA (Zona Especial de Protección de Aves) asociada a este es un espacio de referencia a nivel continental en cuanto a la reproducción de rapaces rupícolas. Alberga una de las poblaciones más elevadas de buitre leonado, con más de 900 parejas reproductoras, y también es destacada la presencia de alimoche, con 65 parejas; águila real, con 20 parejas, y águila perdicera, con cinco. Asimismo, abundan rapaces forestales como el azor y el águila calzada.

Pero no todo son aves. Muy cerca del halcón nos sorprenden gratamente unas cabras montesas camufladas entre las rocas que parece que nos observan con la misma atención que nosotros a ellas.

Currucas, capirotadas, cabecinegra y mosquitera revolotean en los matorrales de endrinas que quedan al lado del aparcamiento y apuntamos sus nombres en nuestro cuaderno de campo. En periodo reproductor, de mayo a agosto, también se puede ver por aquí al alcaudón dorsirrojo y al alimoche.

Hasta el momento hemos coleccionado un buen número de avistamientos y nos queda lo mejor. Nos acercamos con el coche hasta el siguiente aparcamiento para iniciar el ascenso hasta el mirador. Antes de subir hacemos escala en el río Gallo, donde es fácil ver algunas aves de ribera. Parece que nos esperan entre la vegetación de la orilla y las rocas pequeños pajarillos como la lavandera cascadeña, cuyo amarillo plumaje resplandece al sol, el petirrojo, el mito, el chochín y nos despide un ruiseñor bastardo. Cerca tiene el nido un mirlo acuático, pero esta vez no ha hecho acto de presencia.

Hay que estar muy atentos, porque mientras estamos ensimismados mirando al río, arriba en las rocas acaba de posarse un roquero solitario del que alguien nos advierte; giramos la vista y los prismáticos hacia las alturas para poder contemplarlo.

Ya en el santuario, aprovechamos para visitar la curiosa gruta de la aparición, donde un pastor de Ventosa descubrió la imagen de la Virgen de la Hoz escondida bajo las peñas. Para acceder hay que atravesar la ermita construida en su honor. Está literalmente incrustada en la roca y suele estar abierta. El complejo se completa con la casa del santero y la hospedería, actualmente cerrada.

La subida al mirador (un desnivel de 125 metros y unos 400 escalones) no es especialmente dura, sobre todo porque se va haciendo parada en los tres miradores que hay para observar, hacer fotos y descansar. Tomamos aire y, según ascendemos, fijamos en nuestra retina el espectáculo que la naturaleza ha dibujado a lo largo de los siglos. Es inevitable no dejarse llevar por la espectacularidad del paisaje que queda a nuestros pies, el gran cañón de tonos rojizos labrado por el río Gallo, y mirar hacia abajo en lugar de hacia arriba, contemplando esa panorámica a vista de pájaro, o eso nos gusta imaginar...

El Barranco de la Hoz en uno de los espacios de mayor valor geológico, ecológico y cultural del Parque Natural del Alto Tajo y forma parte del patrimonio geológico mundial declarado por la Unesco. Desde los cortados de la parte alta se pueden divisar diferentes tipos de rapaces, como águilas, halcón peregrino o buitres y en la estación adecuada varias especies de golondrinas, aviones roqueros y vencejos reales.

Este es un buen punto de observación. Pero el Parque Natural cuenta con otros miradores ideales para divisar aves como son el Mirador del Tajo, en Zaorejas, desde donde tenemos las vistas más impresionantes del cañón del Tajo, o el mirador del meandro del Tajo, por la pista asfaltada que discurre entre el Puente de San Pedro y Villar de Cobeta.

Y si se trata de combinar atractivo natural y avistamiento de aves, otra opción es la ruta entre el salto de Poveda de la Sierra y la Laguna de Taravilla: fácil, señalizada, circular y de unos 5 kilómetros de longitud. La sonoridad del salto, que se originó tras el hundimiento del muro de una antigua presa de aprovechamiento hidroeléctrico, contrasta con la tranquilidad de la laguna, donde el agua -como el tiempo- se detiene, y en la orilla, la vegetación de carrizos y juncos se convierten en un escondite ideal para las aves acuáticas. 

Y así, con la satisfacción de todas las especies que hemos tenido la oportunidad de ver y estas recomendaciones en mente, damos por finalizada la ruta y comenzamos a preparar la siguiente para seguir descubriendo este maravilloso mundo de las aves.

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Recomendaciones para salir a observar aves: 

  • Planificar la ruta e informarse para saber qué aves se pueden ver en función del hábitat o la temporada.
  • Llevar prismáticos y cámara de fotos. 
  • Armarse de paciencia, guardar silencio y activar los sentidos. 
  • Hacer la ruta con guías expertos. 
  • Llevar una guía de aves o una aplicación móvil para ayudar a reconocerlas.  

Algunos consejos para identificar aves con la guía. Conviene fijarse en: 

  • El tamaño.
  • Los colores. 
  • La forma del pico. 
  • Las alas y la cola.
  • El comportamiento del ave. 
  • El canto.

 Más información sobre el Parque Natural del Alto Tajo:

 

Texto: Marta Martínez.

Fotografía: Raquel Triguero.

Reportaje elaborado dentro del Convenio de la Diputación de Guadalajara con la Asociación de Prensa de Guadalajara.