Agua y adrenalina en el corazón de La Alcarria

Agua y adrenalina en el corazón de La Alcarria

¿Pero tú dónde entrenas? le preguntan a la alcarreña Pilar Prieto, campeona de España de Windsurfer 2025, en las competiciones. Y ella responde con orgullo que su secreto es el embalse de Entrepeñas, en el corazón de la provincia de Guadalajara. Un lugar en el que las tierras de La Alcarria ceden todo su protagonismo al agua, aguas del río Tajo cuya bravura queda apaciguada en los pantanos del denominado Mar de Castilla ofreciendo un paisaje espectacular, un azul intenso rodeado por pinares y riscos que dibujan su contorno, pueblos ribereños con encanto y mil posibilidades para el ocio, los deportes acuáticos y el turismo.

 

Al visitante le sorprende encontrar este mar en pleno centro peninsular. Y es normal. Cuando hablamos del embalse de Entrepeñas suele ser para referirnos al trasvase Tajo-Segura y no nos imaginamos lo que vemos cuando, al tomar una curva, empezamos a contemplar en el horizonte un azul profundo, salpicado de puntitos multicolor que según avanzamos se convierten en pequeñas embarcaciones, piraguas o velas de windsurf. Sí, todo esto lo tenemos aquí, a un paso de Madrid.

Y con intención de vivirlo, no solo de contemplarlo, iniciamos nuestro viaje con destino al Club Orillas de Alocén, todo un referente de los deportes náuticos y turismo sostenible en plena naturaleza, un paraíso para los sentidos donde quien quiera aventura la tiene asegurada y quien busque paz y desconexión también.

El Club Orillas de Alocén es un ejemplo de cómo el entusiasmo de un grupo de personas es capaz de construir grandes cosas. Se levanta sobre lo que hace unos años era la Escuela de Vela de la Diputación Provincial de Guadalajara. Un grupo de deportistas y aficionados a las actividades náuticas -la mayoría había entrenado y aprendido a navegar en estas orillas- se propuso reabrirla y así lo hizo. En 2020 consiguieron el acceso a la orilla del pantano para poder entrenar y en 2023 firmaron un convenio con el Ayuntamiento de Alocén, propietario de las instalaciones, y la Diputación, que tenía la cesión de uso, para gestionar todas las instalaciones. Desde entonces, han logrado dar vida a un espacio en el que esperan que quien lo visite disfrute de tan grandes experiencias y se lleve tan buenos recuerdos como los que ellos atesoran de este lugar.

“Nosotros estamos navegando porque en su día esto estuvo abierto”, afirma Paula Siqueira, actual tesorera del club, deportista y monitora de windsurf y vela. La intención al reactivar la antigua escuela de vela “no era solo poder seguir entrenando y navegando, sino también abrir estas puertas y estas oportunidades a niños y no tan niños para que tuvieran las mismas experiencias que tuvimos nosotros de pequeños... Teniendo los recursos que teníamos, era una pena que esto estuviera cerrado”.

Contagiados de la energía que se respira, y que llega con aroma a tomillo y lavanda, y sintiéndonos afortunados de poder disponer de este maravilloso oasis tan cerca de casa, nos disponemos a llenar la mochila de nuestros propios recuerdos. Somos un grupo de amigos, gente de tierra firme, pero con ganas de probar cosas nuevas. Nos han dicho que no hace falta experiencia previa en deportes náuticos, solo las ganas. Y así es. Nos dejamos llevar por los monitores y al final del día habremos navegado a vela ligera, recorrido el pantano en piragua, practicado windsurf, paddle surf, y llegaremos a casa agotados y con el firme propósito de volver.

Desde Guadalajara, hemos tardado menos de una hora en coche en llegar. Hay que tomar la N-320 hasta la salida 239 dirección Fuentelencina y Pastrana, y coger la CM-2013 hasta el desvío de El Olivar, en la GU-998, un pueblo que también merece una visita tranquila, que apuntamos para otro día. Antes de llegar a Alocén, el mirador que lleva su nombre es parada obligada; ofrece unas vistas inigualables del pantano y de toda la comarca; la gama de verdes y azules nos sacude los sentidos e incrementa la expectación. Una vez en Alocén, hay que desviarse por una estrecha carretera que serpentea durante seis kilómetros entre pinos y encinas, en la que hay que tener cuidado si te cruzas con otro coche. Tras 50 minutos de viaje hemos llegado al destino.

El albergue está en lo alto de una pequeña colina. Primera parada en la gran terraza para hacer unas fotos del embalse de Entrepeñas que, gracias a las lluvias, está espectacular. La lámina de agua ha alcanzado un nivel como hacía años que no se veía.

Frente a nosotros, en la otra orilla, se divisa la urbanización Las Anclas, una de las más conocidas de la zona, y símbolo de unos tiempos en los que el pantano era un imán para el turismo, sobre todo procedente de Madrid, y este se prometía como motor del desarrollo económico de la zona. Sin embargo, ese potencial se fue apagando progresivamente al mismo tiempo que el trasvase iba aumentando. La urbanización pertenece al término municipal de Pareja, cuyo pueblo queda a su espalda. En esa misma orilla del embalse se encuentran, en un extremo, Sacedón, el núcleo urbano más importante de la zona, y en el otro, Chillarón del Rey.

El albergue es sencillo pero confortable y accesible. Cuenta con 14 habitaciones con cuatro literas y baño privado, un gran salón comedor con una acogedora chimenea, cocina, bar, y una amplia terraza-mirador. En el interior no se permite la entrada de mascotas, pero sí en la terraza y en el entorno.

Un poco más abajo, en el área náutica, al lado del embarcadero, encontramos el hangar, con vestuarios, duchas y una sala polivalente climatizada; un merendero o zona de recreo con sombra, pistas de vóley-playa con duchas solares y zona de camping, todo rodeado de un pinar en el que se pueden seguir varias rutas de senderismo.

Sin tiempo que perder nos ponemos en marcha para meternos al agua. El calor empieza a apretar y la idea de un chapuzón es realmente sugerente. En el hangar nos equipamos con todo lo necesario. No hemos tenido que llevar nada, porque aquí te facilitan todo, desde el chaleco salvavidas, -imprescindible siempre-, la tabla de surf o la piragua. Eso sí, no hay que olvidarse de llevar una gorra o sombrero y echarse crema solar para protegerse.

 

Iniciamos nuestro bautismo náutico en un pequeño barco de vela, guiados por la monitora que nos va indicando las maniobras. No pretendemos convertirnos en capitán de barco, pero al menos unas nociones básicas nos llevamos.

“Por allí está Sacedón y fijaos en esa pequeña isla que vemos al frente”, -indica la monitora-, “¿qué veis?” Y sí, la verdad es que si te fijas bien en el horizonte se dibuja un rinoceronte, por eso se la conoce como la Isla del Rinoceronte. Por ese otro lado llegaríamos al viaducto de Durón. En la orilla destacan llamativos chalets que disfrutan de unas vistas privilegiadas. La familia de Franco compró algunos de estos terrenos cuando se construyó el pantano, allá por 1956, nos explican.

Tenemos suerte, el viento nos acompaña la mayor parte del tiempo y facilita la navegación, pero aprovechamos un pequeño receso para lanzarnos al agua para refrescarnos y disfrutar de ese merecido chapuzón. Y así, entre proa, popa, babor, estribor, etc. gozamos de un placentero recorrido por las tranquilas y cristalinas aguas del pantano, con la sensación de haber sido trasportados a otro lugar, a otro mar, y sobresaltados tan solo de vez en cuando por el motor de alguna otra pequeña embarcación que nos adelanta dejando tras de sí un abanico de espuma y olas.

Desembarcamos y todavía nos da tiempo para un baño antes de comer. En el comedor nos espera ya la rica comida preparada por Luisa, la cocinera de siempre de la escuela de vela. El club ofrece servicio de media pensión o pensión completa y servicio de bar. También dispone de juegos para pasar el rato en familia o con los amigos. 

La oferta del Club Orillas de Alocén está abierta y dirigida a todo tipo de visitantes, no solo a los más de 280 socios que forman parte de él y han contribuido de una u otra manera a reflotarlo. Pueden ir deportistas para entrenar, aficionados a las actividades acuáticas y todos aquellos que quieran vivir una nueva y emocionante experiencia o quemar adrenalina. Se imparten clases de distintas disciplinas acuáticas, siempre con impacto cero en la naturaleza, es decir que utilizan el viento o la fuerza física como único motor.

Es ideal para ir en familia o con amigos, para pasar el día o para una estancia más larga porque la zona ofrece otras muchas alternativas de ocio. Existen rutas de senderismo por el entorno y se puede aprovechar para visitar los pueblecitos que bordean el embalse, desde el propio Alocén, pasando por Durón, Mantiel, Chillarón del Rey, Pareja, Auñón, Sacedón, Córcoles, el Monasterio de Monsalud, e incluso visitar desde aquí los campos de lavanda de Brihuega o las cascadas de Trillo.

“Las actividades náuticas son las principales, pero es un entorno que tiene muchas posibilidades, desde talleres de percusión, avistamiento de aves, rutas de senderismo, recolección de setas, judo, retiros de yoga…. Estamos abiertos a todo lo que nos propongan, incluso bodas. Nos adaptamos al cliente y a sus necesidades”, explica Paula.

Durante el verano es habitual que esté ocupado de lunes a viernes por campamentos, grupos de niños y jóvenes que pasan unos días aprendiendo todos los deportes acuáticos que se pueden practicar en estas aguas. Lo hacen guiados por expertos monitores, algunos de la zona, porque otra cosa que tiene el club es que genera empleo en el territorio, y supervisados por la propia Pilar Prieto, presidenta del club, u otros miembros de la junta directiva, en la que se encuentran Fernando Polo, jefe del Parque de Bomberos CEIS Guadalajara y técnico deportivo de vela y windsurf; Gonzalo Ruiz, ingeniero de minas y técnico deportivo de vela y windsurf; Ángel Lorente, coordinador de polideportivos y eventos deportivos en Guadalajara y técnico deportivo de piragua, natación, salvamento y socorrismo, además de Paula Siqueira, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y Máster en preparación física y alto rendimiento.

El club acoge también numerosas competiciones, convirtiéndose en referente para los deportes náuticos. A nivel regional, los campeonatos infantiles y juveniles de windsurf en diferentes modalidades, y a nivel nacional, la Copa de España de Raceboard, una modalidad de windsurf. Este año también ha celebrado una regata de interés nacional de windsurfer, otra de las modalidades de windsurf, que han bautizado como ‘Miel de la Alcarria’ en honor a los productos de la zona, y el clinic de wingfoil. A nivel social organiza un festival de paddle surf, con conciertos y food truck.

Ya por la tarde, nos volvemos a adentrar en el pantano en piragua o tablas de paddle, intercambiando entre una y otra modalidad hasta que nos cansamos. No es tan difícil como parecía, aunque nos hemos caído varias veces, claro está, de la tabla, y la canoa ha ido haciendo zigzag hasta que hemos sido capaces de sincronizarnos con los remos. Las risas y los chapuzones no han faltado.

Al terminar, nos duchamos en las duchas solares que hay al lado del hangar, una de las últimas inversiones. La filosofía del club, organización sin ánimo de lucro, es reinvertir los beneficios en las instalaciones. Así, en los cinco años desde que se reabrió la escuela, se ha ido poniendo al día y mejorando poco a poco.

Nosotros hemos elegido el Club Orillas de Alocén, pero en la ribera del embalse hay una amplia y variada oferta turística.

Damos por finalizada la jornada, tal como hemos comenzado, admirando las vistas desde la terraza. Allí sentados comentamos los pormenores de nuestro bautismo náutico y recordamos lo que nos ha dicho Pilar Prieto: “El turismo deportivo y de naturaleza es una de las grandes claves, ahora la gente quiere, necesita, actividad”.

 

 

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Texto: Marta Martínez.

Fotografía: Raquel Triguero.

 

Reportaje elaborado dentro del Convenio de la Diputación de Guadalajara con la Asociación de Prensa de Guadalajara.