Un recorrido en busca de setas en la Sierra Norte.
De setas por Hiendelaencina y Cogolludo
Apurando la temporada de setas, pero animados por el anuncio de un día soleado decidimos probar suerte y adentrarnos en los montes de la Sierra Norte de Guadalajara con la esperanza de encontrar el sabroso fruto que ofrecen sus bosques durante el otoño.
Partimos ilusionados, pero sabiendo que lo importante no es llenar la cesta. El placer, como dijo el poeta, está en el viaje, y en este caso en el descubrimiento de rincones únicos y maravillosos que nos encontramos paseando por bosques y praderas. Y más aún, en esa sensación que te embarga cuando descubres, como si de un tesoro se tratase, el primer ejemplar del día, y qué alegría si, además, es uno de los comestibles.
La Sierra Norte ofrece múltiples lugares para poder realizar una ruta micológica, desde la zona de Cantalojas, Galve de Sorbe, Condemios de Arriba, pasando por todos los pueblos de la Arquitectura Negra, Tamajón, Campillo de Ranas, Majaelrayo, Palancares, Valverde de los Arroyos, o Sigu?enza y toda su comarca. La elección no siempre es fácil, pero hoy nos decantamos por Hiendelaencina y Cogolludo.
Salimos desde esta última localidad, donde pasamos la noche, y antes de emprender ruta, hacemos parada en la Oficina de Turismo para pagar la correspondiente tasa (cinco euros) que nos autoriza a recolectar hasta cinco kilos de setas.
Desde hace unos años, algunos ayuntamientos han regulado la recolección micológica en sus respectivos términos municipales para intentar controlar la recogida masiva, por lo que antes de adentrarse en el monte es necesario informarse en cada municipio y seguir las directrices que marque, de lo contrario podemos encontrarnos con una desagradable sorpresa que convierta nuestra salida al campo en una experiencia negativa y lo único que recojamos es la correspondiente sanción.
Los pueblos de esta comarca que han optado por aprobar su propia regulación son Cogolludo, Galve de Sorbe y La Huerce. No obstante, también hay que tener en cuenta la normativa regional que se aplica en los montes de utilidad pública de Castilla-La Mancha, que nos sirve, además, como una guía práctica de lo que debemos y no debemos hacer para contribuir a la conservación tanto de la diversidad de las especies micológicas como de sus hábitats.
Con el permiso formalizado, y pertrechados con cesta de mimbre y una navaja, como mandan los cánones de un buen recolector, y con la prudencia que corresponde a cualquiera que se adentre en el monte, nos ponemos en marcha.
Primera parada: el pinar
Cogemos la CM-1001 dirección Veguillas. No queremos alejarnos mucho de la carretera porque nuestra intención es continuar después hacia Hiendelaencina. Así, cuando empezamos a ver los primeros pinos, buscamos un lugar para dejar el vehículo sin molestar. Nuestro objetivo son los níscalos, o rebollones, por lo que el destino no puede ser otro que el pinar. El Lactarius Deliciosus es una de las pocas especies que sabemos identificar bien, y recolectar solamente los hongos que conocemos es otro de los mandamientos a seguir para no llevarnos alguno que pueda ser venenoso o tóxico.
Cualquier otro día, estos pinares estarían llenos de coches y gente, pero el final de la temporada, que va desde finales de septiembre hasta noviembre, depende de la meteorología, ha alejado ya a los que acuden en busca de negocio y solo nos cruzamos con algún otro aficionado que, como nosotros, se ha lanzado a probar suerte. Disfrutamos, por tanto, de la soledad y tranquilidad del campo.
Nos cuesta encontrar los primeros níscalos, pero sí vemos restos que nos muestran que ha habido y, por tanto, confiamos, puede haber… Solo hay que agudizar la vista. Y así es, llega el primero, el más importante, el que aleja las dudas y abre la puerta a la esperanza de encontrar otros más, porque “si hay uno, hay más”, nos decimos. Allí está, apenas se ve oculto entre las pinochas, pero ese naranja brillante lo delata. Lo cortamos con cuidado y a la cesta, colocado con las láminas hacía abajo para que vaya regalando sus esporas por el campo y aseguremos la producción del próximo año. También encontramos muchos que, tras su buena apariencia, son ya solo alimento de los gusanos; los desechamos pero los volvemos a depositar en su lugar de origen para que sigan cumpliendo su misión en el ecosistema. Y, por su puesto, vemos otros muchos, de distintas variedades y colores, grandes y pequeños, algunas otras especies de lactarius y atractivas amanitas que nos limitamos a observar y disfrutar de la diversidad que nos ofrece el campo.
La mañana es soleada. Caminando entre los pinos, mirando al suelo, se pierde la noción del tiempo. De vez en cuando hay que levantar la cabeza para orientarse y disfrutar el paisaje. Los rayos de sol se cuelan entre los troncos y nos regalan una imagen idílica que nos parece impensable tan cerca del ajetreo de Madrid.
A la búsqueda del primer boletus
Ya hemos recogido unos cuantos y con la cesta medio llena decidimos continuar la ruta que nos hemos marcado. Nos esperan en Hiendelaencina. Es un trayecto corto, de unos 20 minutos. En la plaza del pueblo nos espera el que será nuestro guía, un amigo al que recurrimos para que nos ayude en la búsqueda de boletus, con los que no estamos familiarizados. Le saludamos brevemente y por un momento nos olvidamos del objetivo de nuestro viaje, pues el olor a pan recién hecho que nos llega nada más bajar del coche nos atrapa y nos conduce a la panadería. A falta de boletus, bueno será contar con una buena hogaza de pan y unas riquísimas magdalenas para llenar la cesta, por si acaso.
Volvemos al campo, pero en lugar del pinar nos detenemos ahora en un encinar. El viajero espera en este punto indicaciones precisas del camino a seguir, pero hablando de setas eso es algo imposible. Los seteros no desvelan nunca los lugares donde se encuentran y vamos a continuar con la tradición. Recomendamos, por tanto, dejarse aconsejar por profesionales. En la zona existen empresas que se dedican a ello y también hay asociaciones micológicas que organizan salidas al campo y jornadas monográficas.
Apenas caminamos unos 10 minutos desde donde hemos dejado el coche hasta las primeras encinas. Merodeamos alrededor de ellas, mientras vamos comentando el pasado minero del municipio, de donde se extrajeron miles de kilogramos de ‘la mejor plata del mundo’, y el proyecto que existe para hacer visitable uno de los pozos. Nos apuntamos en la agenda una próxima visita al museo para descubrir la interesante historia de las minas de plata y a la mina Santa Catalina que hemos visto a la entrada del pueblo. Y así entretenidos, nos chocamos literalmente con lo que podría ser un boletus, un gran ejemplar que, efectivamente sí, “es bueno”, responde nuestro experto cuando le pregunto sobre lo que acabo de ver a mis pies. Encontramos alguno más, al mismo tiempo que vamos descubriendo más sobre la historia y tradiciones de la localidad y, satisfechos, damos la búsqueda por concluida.
Del campo a la mesa
Nos espera todavía la guinda para completar una buena jornada de setas: una buena cazuela de patatas con níscalos en el restaurante Casa Sabory, preparada al calor de la lumbre, como lo hacían antiguamente nuestras abuelas. Mientras vemos como se cuecen en la chimenea, charlamos con otros seteros que comen en la mesa de al lado y comentamos, cómplices, cómo ha ido la jornada. Todo un placer para el paladar, las patatas, y para el espíritu, todo lo demás.
Ha sido una experiencia que no solo nos conecta con la naturaleza, sino también con las tradiciones, con la forma en la que nuestros antepasados se relacionaban con el monte, con su entorno, un aprovechamiento sostenible por el que debemos seguir apostando.
No podemos alargar mucho más la agradable sobremesa, porque antes de dar por acabado el día nos acercamos a ver, aunque sea desde lejos, las ruinas de la fábrica La Constante, un asentamiento ligado a la extracción de plata a orillas del río Bornova. Un paraje impresionante, con la gran chimenea sobresaliendo entre los chopos. Y con esta imagen en la retina, regresamos a Cogolludo, donde al día siguiente completaremos la escapada micológica y gastronómica con una visita a la villa.
GUÍA DE VIAJE:
Para organizar una experiencia micológica:
Agencia especializada en ecoturismo en la provincia de Guadalajara: VIVEWUADA
Actividades en la naturaleza LA TORMENTA
Centro Ecoturismo Barbatona BARBATONA
Para saber más:
Asociación Micológica La Senderuela.
Sociedad Micológica de Sigüenza
Asociación de Turismo Sierra Norte de Guadalajara
Consejos para la recolección:
Recoger las setas en cestas y no en bolsas de plástico, para permitir su aireación y la caída al exterior de las esporas.
Cortarlas con navaja o cuchillo
No destruir las setas desconocidas o que sean venenosas.
No utilizar rastrillos o herramientas parecidas para levantar la capa superficial del suelo para localizar los ejemplares de setas.
Cuidar la naturaleza y no dejar basura.
Si fuera necesario abrir la puerta de algún vallado, volver a cerrarla siempre ya que puede haber animales y estos podrían escaparse.
Nunca se debe cruzar a través de un campo sembrado.
Recurrir a guías y expertos para disfrutar de una jornada micológica enriquecedora y segura.
Texto: Marta Martínez Fotografía: Raquel Triguero
Reportaje elaborado dentro del Convenio de la Diputación de Guadalajara con la Asociación de Prensa de Guadalajara.